Odón de Buen, primer oceanógrafo de España

La palabra oceanografía —Ciencia que estudia los mares y sus fenómenos, así como la fauna y la flora marinas— aparece por primera vez en el diccionario de la Real Academia de la Lengua el año 1914, el mismo en el que se creó el Instituto Español de Oceanografía. Detrás de ambos hechos estaba Odón de Buen, quien, entre otros títulos, quizá merezca el de primer oceanógrafo de España.

Odón de Buen

Vicente Blasco Ibáñez en su novela Mare nostrum, escrita en 1918, dice de uno de sus personajes que “Él no era de los marinos que navegan sin preocuparse de lo que existe debajo de su quilla. Había querido conocer los misterios del inmenso palacio azul por cuyo techo circulaba, dedicándose al estudio de la oceanografía, la más reciente de las ciencias”. Y es que la oceanografía justo se acaba de inventar en esos años, al comenzar el siglo XX. Entonces se produjo el salto cuántico de la biología marina, el estudio de cada especie por separado, de cada fenómeno como algo independiente, a la visión del conjunto, la que tiene en cuenta los fenómenos biológicos de manera global, pero también su interrelación con los físicos, químicos y meteorológicos que los rodean. En ese salto conceptual, fácil de explicar ahora, no tan sencillo de comprender entonces, estaba inmerso Odón de Buen, una de las personas que lo hizo posible.

Los primeros antecedentes del estudio académico de los mares en España corresponden a Mariano de la Paz Graels, a mediados del siglo XIX, pero el primer laboratorio de biología marina fue la Estación Marítima de Zoología y Botánica Experimental de Santander, fundada en 1886 por Augusto González de Linares. En esos mismos años se estableció un laboratorio en un barco, en concreto en La Blanca, la fragata en la que Odón de Buen, como joven naturalista recién doctorado, viajó en 1886 y 1887 por las costas del norte Europa y del norte de España. De Buen, que acababa de terminar su doctorado, no tenía especial relación con la navegación, pero, en este viaje declaró: “conocí el mar, lo contemplé soberbio, impotente y sentí afanes insaciables por conocer los secretos ocultos bajo las olas”.

Tras obtener en 1889 la cátedra de Barcelona, Odón de Buen intensificó su pasión marina, sobre todo con la relación el Laboratoire Arago, en Banyuls-sur-Mer, un pequeño pueblo costero francés a 15 kilómetros de la frontera con España y por tanto cerca de su universidad. El Laboratorie había sido fundado en 1882 por Henri Lacaze-Duthiers, biólogo marino y catedrático de la Sorbona y su primer protector internacional. Desde 1892 Odón de Buen, que nada más llegar a la cátedra de Barcelona había organizado excursiones al campo con sus alumnos, incluyó una visita a Banyuls como parte del programa educativo; allí estableció un espacio académico en el que hacerse fuerte.

De Buen encontró en la biología marina un campo de interés científico relativamente poco frecuentado por otros investigadores y en el que podía destacar. Por otra parte, su interés científico exigía ese tipo de cambio, puesto que trataba de ser cada vez más sistémico en sus aproximaciones. Le interesaban problemas genéricos: más que taxonomías, concepciones globales. Diversas circunstancias confluyeron para que decidirá dar el salto de ser un investigador más o menos eficaz a convertirse en gestor de ciencia, en creador de espacio para que otros pudieran investigar.

Por eso creó, en 1906, el laboratorio de Palma de Mallorca, a imagen y semejanza del de Banyuls, y más tarde, en 1911, el de Málaga. Con esos dos laboratorios, más el de Santander, creó, en 1914, el Instituto Español de Oceanografía, al que uniría más tarde los laboratorios de Vigo y Las Palmas de Gran Canaria, ambos de vida efímera. La aportación de Odón fue, por tanto, la de establecer una mirada global sobre los mares y dotar al país de una estructura de investigación, el Instituto Español de Oceanografía, capaz de perdurarle y de, más de 100 años después de su creación, mantener el nombre y el propósito.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera el Instituto Español de Oceanografía, tras un periodo más o menos en la cuerda floja, se estabilizó y vivió unos años de intensa actividad. Llevó a cabo campañas en verano en barcos de la Armada, estuvo presente en decenas de foros internacionales y participó de la que se ha llamado edad de plata de la cultura’, en una época de esplendor para la ciencia pues en diversos campos destacaron figuras relevantes como Ramón y Cajal en la histología o Blas Cabrera en la física, tiempos en los que Marie Curie y Einstein visitaron España, este último presentado por De Buen en una conferencia en el Ateneo.

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Odón de Buen formó parte de los movimientos europeos de ciencias naturales, y ocupó puestos directivos en la Comisión Internacional para el Estudio del Mar Mediterráneo, en el Consejo Internacional de Investigaciones Científicas, en la Unión Internacional de Geodesia (presidiendo la sección de oceanografía), en el Consejo Oceanográfico Interamericano y en el Consejo Internacional para la Exploración del Mar, el aún vigente ICES. Son años dorados en los que reparte su tiempo en la cátedra de Madrid, incluidos los viajes de estudios, y en las labores del IEO, a lo que suma conferencias y una gran presencia social.

Lee la biografía completa de Odón de Buen aquí.

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