No pretendemos trazar una completa biografía del señor de Buen.
Con un ligero esbozo de su persona quedaremos satisfechos. Aunque pertenece a esa legión de jóvenes que por su educación, su inteligencia y su cultura están templados para escalar grandes alturas, seguros del triunfo, en el vasto campo de las ciencias que cultiva no tiene aún historia.
Apenas cuenta 20 años de edad. Nació en Barcelona en 10 de Octubre de 1895. En el Instituto de la Ciudad Condal, estudió el primer curso de Bachillerato; el segundo y tercero en Palma de Mallorca, el cuarto y quinto en Barcelona y el sexto en Madrid, obteniendo varios premios. Actualmente le resta un año para terminar en la Universidad Central matritense la carrera de Ciencias Naturales, al propio tiempo que sigue la de Farmacia.
Sin embargo, por su juventud y el ejercicio de ‘los estudios indicados, no se pueden determinar-y menos en un país en que una nulidad cualquiera se adorna con títulos universitarios—de su categoría moral y de la capacidad científica alcanzada por D. Fernando de Buen.
Parece como si desde cuna estuviere predestinado a abrirse paso en las manifestaciones científicas que cultiva, por influencia del medio en que está formado y vive; base solidísima para el desarrollo de las especiales aptitudes a que dedica su esfuerzo. Ello es una resultante lograda por un padre sabio, celoso de sus deberes, que ha inyectado como encarnación de su espíritu superior, la savia de una plenitud vigorosa en la inteligencia de su hijo, modelado y formado para la vida laboriosa y fecunda que hermosea y exalta.
La alusión se dirige al ilustre Doctor D. Odón, al eminente naturalista que ha llegado a las más altas cimas de la Ciencia por el influjo poderoso de su constante batallar y de su privilegiado talento que ha gustado los acres placeres del triunfo en abierta lucha contra la cruel y vergonzosa ignorancia que malogra las más espléndidas iniciativas.
Afortunadamente, existe hoy un resurgimiento espiritual adaptado a esas aspiraciones en el que el ilustre doctor D. Odón de Buen es el apóstol en España, así como S. A. S. el Principe de Mónaco es el símbolo universal de la misma fuerte corriente científica, fecunda en resultados y esperanzas.
D. Fernando de Buen es, pues, aparte de la influencia paterna expresada, un producto de esos rumbos que han despejado tan amplios horizontes en el inmenso Océano inexplorado y cuyo estudio interesa a la Humanidad, por la victoria de las realidades obtenidas que transpasan las fronteras, orientando el espíritu hacia lo bello y verdadero; frutos maduros de la experiencia y del sacrificio que reintegran a la Naturaleza en su propia dignidad.
Respirando en tan sana atmósfera, así puede analizar el que encabeza estas líneas en el laboratorio de la vida social misma en contexto con la realidad, que no se concilia con ciertos idealismos filosóficos; del mismo modo que analiza con su actividad mental los misterios de la naturaleza orgánica.
El actual momento tiene un gran valor histórico para la novísima ciencia oceanográfica que comienza a iniciarse en España. Vencida aquella degradante rutina que oponía tan serias dificultades a todo avance, nació la fe vigorosa en la ardua labor de la investigación científica que nos orienta hacia el conocimiento de los seres y fenómenos del mar. Es entonces cuando empieza a trabajar D. Fernando de Buen en modesta colaboración con su señor padre, a bordo del cañonero Vasco Núñez de Balboa en las expediciones de Diciembre de 1914 y Enero de 1915 que exploraron las aguas de Málaga, Motril, Cádiz, Palma de Mallorca, etc., realizando trabajos de química del mar, física, estudios de plankton, biología, etc., etc.
La vida es lucha, es movimiento y actividad. Exige el concurso de capacidades, de energía, para consagrarse de lleno con todos sus esfuerzos y sus iniciativas, a la difícil solución de los múltiples problemas que ofrece tan vastísima ciencia. Con esta voluntad inquebrantable que empuja a ser siempre más infinitamente, consagró nuestro joven biografiado muchas horas en Mónaco y Bagnouls-sur-Mer, a la elevación de su entendimiento, a la especialidad de sus variados estudios de las ciencias naturales. Los odios veraniegos del estudiante, han sido luego también aprovechados por D. Fernando de Buen.
Sus relevantes condiciones y su admirable laboriosidad, han seguido un proceso de avance en sus trabajos de Laboratorio biológico marino de Málaga y de Baleares. Así ha adquirido al perfeccionarse, esas aptitudes que nos asombran en un hombre de su edad: el espíritu crítico que permite el análisis y el espíritu generalizador que hace posible la síntesis en una concreta y precisada demostración científica, fundada en sólidos e irrebatibles fundamentos. Y ahora es cuando cabe que expresemos los anhelos nunca satisfechos que en el interregno de varios años constituyeron la preocupación más honda de la Sociedad de Oceanografía de Guipúzcoa. Esta entidad creada precisamente para conquistar un puesto en la obra regeneradora y patriótica de vulgarizar las ciencias del mar y de cultivarlas en su aspecto doctrinario, en sus aplicaciones a las industrias maritimas, en el mejoramiento económico de la clase pescadora y su orientación hacia la cultura moderna, hubo de desistir de la realización de sus aspiraciones de organizar seriamente un Labaratorio-Museo por el fracaso de todas sus tentativas.
A ello contribuía la falta de personal que se ofreciera para encargarse de ese servicio, con inteligencia y conocimiento científico. Más tarde, una voluntad tenaz y de rara pertinacia, un entusiasta e ilustrado Vocal de la Junta directiva del mencionado organismo, D. Ramón Luis de Camio, planteó en Junta general celebrada en 18 de Enero último, una proposición urgente para que se gestionase, salvando toda clase de dificultades, el que una verdadera capacidad científica interviniera en la formación de aquel centro.
Por el acuerdo de aquella Junta que aprobó lo propuesto, siendo apoyado y defendido con firme convencimiento por el dignísimo Presidente D. Juan J. de la Matta, se colocó el jalón fundamental de los rumbos científicos que persigue hoy ese organismo. Se encomendó al Excmo. Sr. Marqués de Seoane, Presidente Honorario y Delegado en Corte, la difícil misión del logro de los propósitos expresados. Esta personalidad, cuya influencia en la Sociedad es muy beneficiosa para su desenvolvimiento y progreso, por ser una poderosa afirmación del espíritu científico que hoy anima a todos, requirió al doctor D. Odón de Buen para que hallara una solución inmediata en armonía con los deseos de la Sociedad. Las circunstancias no eran muy favorables para atender los ruegos que se le formulaban, a causa de la campaña oceanográfica del Mediterráneo que se aproximaba; pero no obstante, identificado con los propósitos de la Sociedad recurrente, y guiado por ese constante afecto con que siempre ha honrado a la misma, accedió a mandar a su hijo D. Fernando. En efecto, en el mes de Mayo pasado llegó éste a San Sebastián, haciéndose cargo de la profunda renovación que había que llevar a cabo en el Laboratorio-Museo Aquí es donde hemos sido testigos de su gran valer y de sus condiciones excepcionales en la organización de todos los servicios. Su triunfo ha sido incontrastable, definitivo, a fuerza de su talento sereno y disciplinado y de su instrucción extensa y ordenada.
No queremos incurrir en enojosas repeticiones de elogios de la labor que realiza D. Fernando de Buen en ese departamento. En las páginas de este número es posible que aparezca, cuando menos en esquema, la actividad desarrollada hasta la fecha y lo que se presume lograr en lo sucesivo.
El objeto perseguido durante años por la Sociedad se ha alcanzado ya, y los laureles de la victoria nadie le disputará al joven De Buen. El Laboratorio físico-químico está instalado con todos los aparatos necesarios y funciona normalmente. El Museo Oceanográfico con sus nutridas colecciones de peces, crustáceos, moluscos y aves acuáticas del Cantábrico, es otro de los problemas resueltos admirablemente.
En esta Sección se integran la ciencia y el arte, convergiendo en infinitas formas de belleza. Hasta aquí hemos tratado a D. Fernando de Buen en su gestión científica. Juzgamos también oportuno estudiarlo, de una pequeña y tosca pincelada, en su aspecto íntimo y personal.
Un espíritu frívolo que poseyera la mitad de las dotes que a éste le caracterizan, al modo de ciertos individuos nublados por prejuicios, creería poseer verdades infalibles, principios absolutos en los mil ramos del saber humano.
D. Fernando de Buen, educado a la moderna, con un espíritu abierto a todos los horizontes, artista en sus gustos, ameno y cortés en el trato, nos admira y enternece cuando con su habla algo indecisa y á veces tímida pero contundente en el juicio, nos espiritualiza la Naturaleza sin pensamientos abstractos ni ritmos sin concepto, apoyados en el imperio soberano de numerosos y razonados elementos de análisis.
Sólo posee un defecto importante. Su excesiva modestia tan perjudicial en un ambiente donde tanto abundan y bullen los farsantes desprovistos de todo mérito.
Si el destino le había deparado un camino lleno de escollos que seguir en su lucha cotidiana por la vida, su espíritu templado en el palenque, hallaría el estimulante que exaltaría su personalidad, frente a la convención y a la tontería. Pero a través de la modestia, de su trato social, urbana cortesía y tolerancia y amenísimo encanto, tened en cuenta que su cerebro es un almacén muy rico en caudales de inteligencia que forma las imágenes de las cosas, las asocia y conserva. Su mirada tranquila, casi soñolienta, parece contemplar una visión lejana, descifrando secretos, y mientras os escudriña el interior del pensamiento, al modo en que opera una reacción química en su gabinete de estudio. Su rostro alargado se muestra impasible y su cuerpo nervioso e igualmente largo, se agita levemente, mientras sus labios se contraen, dibujando una sonrisa indefinible, pero discreta y bonachona, que infunde confianza y atracción.
Y recordando que aun es joven y que no ha hecho más que empezar a andar en el sendero de la vida, como si interrogara a su futuro destino, se retrae en las soledades de la Naturaleza, a la que ama como un poeta, o dedica su tiempo a las experiencias del Laboratorio o a los estudios de la Biblioteca.
La estimación sincera que ha despertado el Sr. De Buen en el ánimo de todos, ha repercutido en nosotros en toda su potencialidad; y ella guía nuestra mano para rendirle en este Boletín un pequeño homenaje admirativo de sus méritos, y para tributarle la más cumplida enhorabuena por los brillantes resultados obtenidos en el Laboratorio y Museo Oceanográfico.